SIGFRIDO: las razones del mal

     En el año 1970 se conmemoró el 25
aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial. Tal vez por esa razón
durante aquella década proliferaron novelas que intentaban dar una nueva vuelta
de tuerca al “problema nazi”: no sólo recordaban el holocausto judío (como hizo
una popular serie televisiva), sino que intentaban mostrar las diabólicas
peripecias de aquellos nazis que habían podido escapar y ocultarse. En un
primer momento fueron novelas como Odessa de Frederic Forsyth, Los
niños del Brasil
de Ira Levin o Marathon Man de William Goldman; más
tarde, a partir de la segunda mitad de la década, se sucedieron las
correspondientes adaptaciones cinematográficas: de Ronald Neame, de Franklin J.
Schaffner y de John Schlesinger, respectivamente.
      Sigfrido,
novela de Harry Mulisch (1927) publicada en Holanda en 2001, es heredera de esta moda, pero en
calidad e intención sobrepasa a sus antecesoras: lejos de quedarse en un
argumento original, Mulisch intenta dar una razón filosófica a la persona y la
actitud de Hitler; y, por ende, a la razón de todo acto monstruoso, deleznable,
...¿inhumano?
      El protagonista de la novela es Rudolf
Herter, un famoso escritor holandés, ya septuagenario que representa un alter
ego
irónico y, a veces, cínico del propio Harry Mulisch. En Viena, donde ha
acudido a presentar su último libro, conoce al matrimonio Falk, dueños y
guardianes de un secreto que precisan transmitir antes de que sea demasiado
tarde. La pareja, en su juventud, formó parte del servicio personal de Hitler y
Eva Braun, en su residencia alpina. Allí, en noviembre de 1938, justo durante
la trágicamente famosa “Noche de los critales rotos”, Eva Braun, embarazada del Führer, alumbró un niño: Sigfrido. Por órdenes del dictador alemán, el pequeño hubo de
ser considerado como el hijo del matrimonio Falk, quienes debían cuidarlo y
guardar el más absoluto silencio.
      Dividida en 19 capítulos y escrita casi
íntegramente en tercera persona, la novela se mueve entre la crónica diaria y
rutinaria del escritor Herter —conferencias, entrevistas, firmas de libros,
cenas de compromiso; relaciones familiares con su ex mujer y su nueva
compañera, a la que dobla en edad— y la promesa de una revelación, la de los
Falk, que al final se hace evidente. De ese modo es fácil agrupar los capítulos
en varias partes implícitas: una primera parte que muestra al escritor en su
hábitat, donde es el protagonista; una segunda parte donde es un mero oyente,
pues el protagonismo recae en el octogenario matrimonio Falk, quienes desvelan
a Herter su secreto; y una tercera parte, increíble (pues no se da ninguna
justificación al respecto. ¿La conocen el resto de personajes o sólo el
lector?), como caída del cielo, donde se nos muestra el diario íntimo de Eva
Braun, amante y finalmente esposa del Führer.
     Lo que sorprende de la novela, al margen de
tan sabroso argumento, es el virtuosismo de Mulisch en el manejo de la técnica
novelesca. Diálogos, descripciones, párrafos en estilo indirecto, alternancias
de tiempos verbales, acciones, pensamientos y reflexiones filosóficas,
descripciones históricas... decenas de recursos y modos de escritura que son
utilizados magistralmente por el autor holandés. Tanto es así que el lector
apenas percibe el artificio, la tramoya de la novela. Una prosa directa y
certera no admite sino pleitesía y admiración. Confieso que es la primera
novela de Mulisch que leo; sé que no será la última.

     Más allá del horror que pueda transmitir un
personaje tan monstruoso como Adolf Hitler, Mulisch —a través de la obsesión de
su protagonista— profundiza en la razón última y primigenia de esa maldad,
intenta apartar el embozo para encontrarse y enfrentarse a la más absoluta,
estéril e indescifrable Nada. Wagner, Schopenhauer y, como no, Nietzsche
aparecen frecuentemente mencionados a lo largo de la narración; son excusas,
salientes a los que los protagonistas deben asirse para intentar descifrar lo
indescifrable. Herter, incluso, intenta buscar relaciones que van más allá de
la mera casualidad y parecen adentrarse en el Destino, en el Fatum... en la
Fatalidad. Si el mundo es una moneda con dos caras, si Bien y Mal son
recíprocamente necesarios, si la Bondad de Dios es infinita... ¿cómo hemos de
suponer que será el poder del Mal?

Harry Mulisch,

Sigfrido, Tusquets Editores, 2004. 198 págs.

Jose Payá Beltrán
Apartado nº 40
Biar, 03410
España
correo@josepayabeltran.es
Copyright © 2024 Jose Payá Beltrán