BELTENEBROS

Edición crítica de Beltenebros, de Antonio Muñoz Molina
 (Editorial Cátedra, 2004)

   La trayectoria literaria de Antonio Muñoz Molina (Úbeda, 1956) ha sido un camino ascendente, jalonado por hitos que han convertido al autor en punto de referencia de la cultura española. Con su primera novela, Beatus Ille (1986), consiguió el Premio Ícaro. A este primer logro seguirían el Premio Nacional de Literatura y el de la Crítica en 1988 por El invierno en Lisboa.
    Su actividad literaria se intensifica desde entonces convirtiéndose en asiduo articulista de los principales diarios del país. Su obra se sucede a ritmo frenético: artículos, ensayos, conferencias, adaptaciones al cine de sus obras, libretos de ópera, cuentos y, por supuesto, nuevas novelas. El jinete polaco (1991) le llevará a conseguir el Premio Planeta y, por segunda vez, el Nacional de Literatura.

Beltenebros, narrada en primera persona por el personaje principal, nos sumerge en el mundo del espionaje y de los bajos fondos, en la trastienda de las ciudades y en los ambientes nocturnos de un Madrid localizable en los años 60. La construcción de su trama se muestra como verdadero artífice de un estilo y de un modo de escribir, es el anzuelo que atrapa al lector.

Sobre ella han dicho…

Por eso quiero destacar hoy no el libro de Muñoz Molina, sino el estudio que en la edición de Cátedra presenta José Payá Beltrán, y que aborda temas tan variados como el suspense, las influencias cinematográficas de la novela, el estilo y el ritmo de la prosa o la utilización de la comparación. Son noventa páginas, centradas en Beltenebros, que suponen una pequeña guía y, a la vez, unos apuntes utilísimos sobre el proceso creativo de un autor y su obra. Tenía ya otra edición de esta novela y compré la de Cátedra tras echarle un vistazo al detallado y ameno trabajo de Payá. Si en cine hay muchos libros que comentan los entresijos de las películas, en literatura lo más parecido es esto.

 Francisco Ortiz, novelanegraycinenegro.blogspot.com.es

En la concienzuda introducción, José Payá Beltrán contextualiza la obra como rebelde a su tiempo, el periodo de «festivalización del país», caracterizado en lo social por el apresurado intento de recuperar el tiempo perdido y subirse al tren de la modernidad. Y Muñoz Molina acierta en su desarraigo porque el destino (ahora sí claramente cruel) nos tenía guardada una sarcástica sorpresa: «Cuando el español alcanza la modernidad, ésta ya no existe; ha sido suplida por la posmodernidad: las utopías han caído, ahora ya no se vive para nada ni para nadie, tan solo se vive (o se sobrevive)», dice Payá, que cita los ensayos que tanta fama dieron a Gilles Lipovetsky.

                                                                            Ángel Peña, nuevarevista.net

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