LA LEYENDA DEL SANTO BEBEDOR: Delirium Tremens
Joseph Roth nació en una remota región del
antiguo Imperio Austrohúngaro y murió en París a los 45 años: borracho,
olvidado de todos, malviviendo de sablazos a amigos o conocidos, consumido por
el alcohol. Había vivido y trabajado como periodista en Alemania donde
aparecieron sus novelas más conocidas: Job (1930) y La marcha
Radetzky (1932). Con la llegada al Gobierno del partido nazi, Roth se
exilió en París donde murió en 1939.
antiguo Imperio Austrohúngaro y murió en París a los 45 años: borracho,
olvidado de todos, malviviendo de sablazos a amigos o conocidos, consumido por
el alcohol. Había vivido y trabajado como periodista en Alemania donde
aparecieron sus novelas más conocidas: Job (1930) y La marcha
Radetzky (1932). Con la llegada al Gobierno del partido nazi, Roth se
exilió en París donde murió en 1939.
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publicar, en Ámsterdam, su obra más conocida: La leyenda del Santo Bebedor.
Sólo tras la II Guerra Mundial, en 1949, la obra pudo ver la luz en Alemania.
En España la obra llegó tarde, en 1981, gracias a la editorial Anagrama. Han
pasado veinte años desde entonces y ahora aparece la séptima edición, con el
prólogo que Carlos Barral realizó para la primera.
Contemplo la fotografía de Joseph Roth, en
blanco y negro, que aparece en la solapa de la portada: es un rostro
envejecido, con el cabello pegado al cráneo redondo; destaca el hoyuelo en la
barbilla, las bolsas acumuladas bajo los ojos, la nariz puntiaguda y afilada.
Su aspecto me recuerda a un ratón: incluso los labios comienzan a combarse en
una sonrisa sardónica. Es el rostro de un hombre que ha tenido que huir de la
quema de libros, del miedo a pensar libremente.Y es también el rostro de un
hombre que ha buscado refugio en la absenta, en los cafés parisinos, bajo los
arcos de los puentes del Sena, en hoteluchos de mala muerte, en prostíbulos. La
leyenda del Santo Bebedor tiene tanto de autobiografía como de chanza, o si
se quiere, de homenaje a la bebida y a la vida de mendigos y borrachos; tiene
la euforia de una borrachera, pero también la tristeza de una resaca y de un
cuerpo estragado.
blanco y negro, que aparece en la solapa de la portada: es un rostro
envejecido, con el cabello pegado al cráneo redondo; destaca el hoyuelo en la
barbilla, las bolsas acumuladas bajo los ojos, la nariz puntiaguda y afilada.
Su aspecto me recuerda a un ratón: incluso los labios comienzan a combarse en
una sonrisa sardónica. Es el rostro de un hombre que ha tenido que huir de la
quema de libros, del miedo a pensar libremente.Y es también el rostro de un
hombre que ha buscado refugio en la absenta, en los cafés parisinos, bajo los
arcos de los puentes del Sena, en hoteluchos de mala muerte, en prostíbulos. La
leyenda del Santo Bebedor tiene tanto de autobiografía como de chanza, o si
se quiere, de homenaje a la bebida y a la vida de mendigos y borrachos; tiene
la euforia de una borrachera, pero también la tristeza de una resaca y de un
cuerpo estragado.
Andreas Kartak, el protagonista de la obra,
es uno más de los muchos mendigos que pernoctan bajo los puentes del Sena. Un
extraño caballero le da 200 francos. Es un regalo; sólo se le pide que los
reponga, cuando quiera o pueda, a modo de limosna en la iglesia de Sainte
Marie. A partir de este hecho fortuito, la vida comienza a sonreírle a nuestro
mendigo: le ofrecen trabajo y sueldo, encuentra una cartera con dinero, vuelve
a toparse con el extraño caballero que le da, de nuevo, más dinero. Nosotros,
lectores, vamos asistiendo a una serie de golpes de fortuna o milagros a lo
largo de las cuatro semanas en las que se desarrolla la acción de la novela;
brincando por breves capítulos, ayudados por un lenguaje directo, sin aparentes
ambigüedades o dobles fondos.
es uno más de los muchos mendigos que pernoctan bajo los puentes del Sena. Un
extraño caballero le da 200 francos. Es un regalo; sólo se le pide que los
reponga, cuando quiera o pueda, a modo de limosna en la iglesia de Sainte
Marie. A partir de este hecho fortuito, la vida comienza a sonreírle a nuestro
mendigo: le ofrecen trabajo y sueldo, encuentra una cartera con dinero, vuelve
a toparse con el extraño caballero que le da, de nuevo, más dinero. Nosotros,
lectores, vamos asistiendo a una serie de golpes de fortuna o milagros a lo
largo de las cuatro semanas en las que se desarrolla la acción de la novela;
brincando por breves capítulos, ayudados por un lenguaje directo, sin aparentes
ambigüedades o dobles fondos.
Avanzamos de milagro en milagro... pero
también de obstáculo en obstáculo: porque Andreas es incapaz de pagar la deuda.
Inevitablemente, ante las puertas de la iglesia, el azar se interpone en su
camino: en la forma de una antigua novia, bajo el aspecto de un amigo un tanto
caradura... Roth va mostrándonos la biografía de su protagonista
paulatinamente, mediante breves y escuetos fogonazos, iluminando aspectos del
carácter que nos puedan ayudar a comprender (no sólo a entender) a Andreas
Kartak: su trabajo de minero, sus líos amorosos que le llevaron a la cárcel.
también de obstáculo en obstáculo: porque Andreas es incapaz de pagar la deuda.
Inevitablemente, ante las puertas de la iglesia, el azar se interpone en su
camino: en la forma de una antigua novia, bajo el aspecto de un amigo un tanto
caradura... Roth va mostrándonos la biografía de su protagonista
paulatinamente, mediante breves y escuetos fogonazos, iluminando aspectos del
carácter que nos puedan ayudar a comprender (no sólo a entender) a Andreas
Kartak: su trabajo de minero, sus líos amorosos que le llevaron a la cárcel.
La novela anticipa la alegría neorrealista
de Milagro en Milán, pero también el callejón sin salida de Umberto D
o Ladrón de bicicletas. Porque la obra se nos presenta como un cuento de
hadas junto al Sena... cuando más al este comienzan a resonar los cañones de la
guerra y el exterminio. Todo en ella se muestra idílico: los mendigos llevan
corbata; existen señores altruistas que van regalando dinero. Pero a poco que
leamos atentamente advertiremos que el verdadero protagonista es la bebida, la
vida nocturna, “las muchachas complacientes”.
de Milagro en Milán, pero también el callejón sin salida de Umberto D
o Ladrón de bicicletas. Porque la obra se nos presenta como un cuento de
hadas junto al Sena... cuando más al este comienzan a resonar los cañones de la
guerra y el exterminio. Todo en ella se muestra idílico: los mendigos llevan
corbata; existen señores altruistas que van regalando dinero. Pero a poco que
leamos atentamente advertiremos que el verdadero protagonista es la bebida, la
vida nocturna, “las muchachas complacientes”.
¿En qué consiste la grandeza de esta
pequeña novela? Quizás en el tratamiento que el autor hace del Destino,
semejante al Fatum clásico: Andreas Kartak tiene todas las oportunidades para
encarrilar su vida, para salir del fondo del vaso de absenta... pero o bien no
puede.... o bien no quiere.
pequeña novela? Quizás en el tratamiento que el autor hace del Destino,
semejante al Fatum clásico: Andreas Kartak tiene todas las oportunidades para
encarrilar su vida, para salir del fondo del vaso de absenta... pero o bien no
puede.... o bien no quiere.
Joseph Roth,
La leyenda del Santo Bebedor,
Editorial Anagrama.
92 págs.