UN MUNDO PEOR: la nueva propuesta de Claudio Cerdán.
No quedamos en Alicante que, dicho sea como quién no quiere la
cosa, últimamente parece estar cobrando un especial protagonismo a través de
diversas novelas del género policiaco: a las ya clásicas del maestro Mariano
Sánchez Soler se unen las tres publicadas por Claudio Cerdán; El Geòmetra, de Josep-Lluís Rico i Verdú; y el El
asesino del pentagrama, de Sergio Mira Jordán, ubicada en Novelda. Y alguna
más que, seguro, olvidaré por ignorancia.
cosa, últimamente parece estar cobrando un especial protagonismo a través de
diversas novelas del género policiaco: a las ya clásicas del maestro Mariano
Sánchez Soler se unen las tres publicadas por Claudio Cerdán; El Geòmetra, de Josep-Lluís Rico i Verdú; y el El
asesino del pentagrama, de Sergio Mira Jordán, ubicada en Novelda. Y alguna
más que, seguro, olvidaré por ignorancia.
Un expolicía reconvertido en detective
privado es el protagonista de esta nueva entrega de Cerdán. Esta vez la ciudad
de Alicante adquiere un papel más secundario que en las dos narraciones
anteriores (El país de los ciegos y Cien años de perdón; con ambas comparte
algunos personajes, empero), quizás porque la historia tiene más carga de
reflexión introspectiva, y el miedo y el temor que pretende y consigue
transmitir no requiere de una localización exacta pues es universal. Ahora el
autor no necesita echar mano de asesinatos espeluznantes o de personajes
exageradamente marginales: la carga anímica que soporta Roberto Cusac, el
protagonista, es demasiado poderosa para necesitar otros aditivos. Unos años
atrás, su hijo de seis años desapareció sin dejar rastro. La obsesión por
encontrarlo destrozó su carrera y su matrimonio. Un encargo le servirá para
intentar redimirse: una chica ha desaparecido y su exmujer, amiga de la familia
de la muchacha, pide ayuda a nuestro protagonista. Secuestros, acosos sexuales,
brutalidad, redes de pederastia, pornografía de menores y otras lindezas son
los peldaños de una escalera que el protagonista ha de ir descendiendo en lo
que él considera una segunda oportunidad, un modo de borrar (pero no olvidar)
todo su pasado. Encontrar a África y salvarla vendrá a ser como pagar un
tributo a su hijo, intentar resarcirse de su fracaso.
privado es el protagonista de esta nueva entrega de Cerdán. Esta vez la ciudad
de Alicante adquiere un papel más secundario que en las dos narraciones
anteriores (El país de los ciegos y Cien años de perdón; con ambas comparte
algunos personajes, empero), quizás porque la historia tiene más carga de
reflexión introspectiva, y el miedo y el temor que pretende y consigue
transmitir no requiere de una localización exacta pues es universal. Ahora el
autor no necesita echar mano de asesinatos espeluznantes o de personajes
exageradamente marginales: la carga anímica que soporta Roberto Cusac, el
protagonista, es demasiado poderosa para necesitar otros aditivos. Unos años
atrás, su hijo de seis años desapareció sin dejar rastro. La obsesión por
encontrarlo destrozó su carrera y su matrimonio. Un encargo le servirá para
intentar redimirse: una chica ha desaparecido y su exmujer, amiga de la familia
de la muchacha, pide ayuda a nuestro protagonista. Secuestros, acosos sexuales,
brutalidad, redes de pederastia, pornografía de menores y otras lindezas son
los peldaños de una escalera que el protagonista ha de ir descendiendo en lo
que él considera una segunda oportunidad, un modo de borrar (pero no olvidar)
todo su pasado. Encontrar a África y salvarla vendrá a ser como pagar un
tributo a su hijo, intentar resarcirse de su fracaso.
Claudio Cerdán ha crecido… y eso se nota.
Sin los aspavientos de las novelas anteriores, con una voz (vuelve a recurrir a
la primera persona verbal) más lenta y más cuidada, Un mundo peor nos sumerge en el ámbito del temor y del miedo más
ancestral, que mismo horror atávico que debió de sufrir el primer ser humano en
la noche de los tiempos. ¿Hay algo más horrible y angustioso que perder a un
hijo? No. Porque esa ruptura se produce contra natura, porque un padre nunca
debería enterrar a su hijo. Y aunque Cerdán, creo, no es todavía padre, ha
sabido intuir y describir admirablemente el desasosiego ante lo irremediable,
la cotidianidad convertida en tragedia. Esa es la grandeza de este joven autor
—recrear lo desconocido pero imaginable— que lleva camino de convertirse en un
referente importantísimo de la novela contemporánea española.
Sin los aspavientos de las novelas anteriores, con una voz (vuelve a recurrir a
la primera persona verbal) más lenta y más cuidada, Un mundo peor nos sumerge en el ámbito del temor y del miedo más
ancestral, que mismo horror atávico que debió de sufrir el primer ser humano en
la noche de los tiempos. ¿Hay algo más horrible y angustioso que perder a un
hijo? No. Porque esa ruptura se produce contra natura, porque un padre nunca
debería enterrar a su hijo. Y aunque Cerdán, creo, no es todavía padre, ha
sabido intuir y describir admirablemente el desasosiego ante lo irremediable,
la cotidianidad convertida en tragedia. Esa es la grandeza de este joven autor
—recrear lo desconocido pero imaginable— que lleva camino de convertirse en un
referente importantísimo de la novela contemporánea española.
Un
mundo peor no es lectura fácil… pero nadie dijo
que lo fuera.
mundo peor no es lectura fácil… pero nadie dijo
que lo fuera.
Claudio Cerdán,
Un mundo peor,
Ed. Versátil. 253 pp.