La desaparición de Majorana
La desaparición de Majorana,
Leonardo Sciascia, Tusquets, 2007. 116 páginas.
Leonardo Sciascia, Tusquets, 2007. 116 páginas.
LA ZOZOBRA RELIGIOSA DE LA CIENCIA

La desaparición de Majorana fue escrita y publicada
por vez primera en 1975. La novela pretende analizar las posibles causas o
motivos que desembocaron en la desaparición del más prometedor físico nuclear
de la italiana de Mussolinni. El 26 de marzo de 1938, el profesor de física
Ettore Majorana embarcó en Nápoles con destino a Palermo. Nunca nadie volvió a
verlo. Ha dejado dos cartas anunciando el día y la hora de su suicidio. Se teme
lo peor: pasa el tiempo y las pesquisas no aportan ningún dato concluyente.
motivos que desembocaron en la desaparición del más prometedor físico nuclear
de la italiana de Mussolinni. El 26 de marzo de 1938, el profesor de física
Ettore Majorana embarcó en Nápoles con destino a Palermo. Nunca nadie volvió a
verlo. Ha dejado dos cartas anunciando el día y la hora de su suicidio. Se teme
lo peor: pasa el tiempo y las pesquisas no aportan ningún dato concluyente.
Se admite el suicidio: el joven Majorana reposa en el Mediterráneo.
Casi cuatro décadas después, Sciascia bucea en los documentos oficiales y personales del científico, de la policía, de los familiares; ahonda en la trayectoria y la personalidad del joven físico; procura desvelar los motivos que pudieron conducir al genio precoz a su autoinmolación: y la hipótesis propuesta es totalmente contraria a la versión oficial: Majorana
preparó concienzuda y meticulosamente su desaparición —se aseguró de destruir todos sus documentos de trabajo—, hizo creer a todos que había muerto para así poder huir del siglo y retirarse a una vida de austeridad y anonimato en un convento cartujo.
preparó concienzuda y meticulosamente su desaparición —se aseguró de destruir todos sus documentos de trabajo—, hizo creer a todos que había muerto para así poder huir del siglo y retirarse a una vida de austeridad y anonimato en un convento cartujo.
Pero más que esta revelación —que al fin y al cabo es una hipótesis, no una certeza demostrada—, lo que nos llama la atención es el motivo de esta huida: los descubrimientos de Majorana sobre energía atómica y su poder destructivo. Según Sciascia, el joven genio alcanzó a contemplar el futuro nuclear de la Humanidad y prefirió desaparecer antes que contribuir a construir/destruir el porvenir que había vislumbrado: vio el horror en “un puñado de átomos”, naufragó en un océano de miedo y muerte; “su drama fue religioso, pascaliano. Fue de los primeros que sintió la zozobra religiosa a la que llegará la ciencia, si no lo ha hecho ya”. Sin duda, vio la bomba atómica y lo que esta invención suponía; y no quiso contribuir. En unas líneas inolvidables, Sciascia nos recuerda:
«quien conozca… la historia de la investigación atómica podrá hacer esta sencilla y triste constatación: que se comportaron libremente, esto es, como hombres libres, científicos que por condiciones objetivas no lo eran (los alemanes Bohr y Heisenberg); y que se comportaron como esclavos, y lo fueron, otros que gozaban de una objetiva libertad (los “estadounidenses” Einstein y Oppenheinmer)… Decir que los esclavos la habrían entregado a Hitler, a un dictador demente, frío y atroz, mientras que los libres la entregaron a Truman, hombre con sentido común que representaba el sentido común de la democracia estadounidense, no cambia las cosas, porque Hitler habría decidido hacer exactamente lo mismo que hizo Truman».
Y nada más que añadir…