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 El valor de una obra no reside en el placer de su elaboración ni en el goce de su lectura. El valor de una obra es independiente del hecho de escribirla o de leerla. […]     El oficio de inventar es un consumirse lentamente: sentir que las palabras y las emociones, los gestos y las voces que viertes sobre el blanco infinito del papel, desde ese preciso momento en que las contemplas ante ti, ya no te pertenecen.

Hay tantos libros que leer todavía… Solo por eso merece la pena seguir vivo. (…) Los escritores realizan un trabajo extremadamente valioso: hacen soñar a los demás, a quienes no pueden soñar por sí mismos. Y todo el mundo necesita soñar.

¿Existe un trabajo más importante que ese?                                                        

  Félix J. Palma,  El mapa del cielo (2012)

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